Ana María Pomi - Agencia DPA
El abogado brasileño Michel Temer llegó a la Presidencia de Brasil, de forma temporal, siendo prácticamente desconocido para la población y tras haber sido durante cinco años, según sus propias palabras, un “vicepresidente decorativo” en el gobierno de Dilma Rousseff. Discreto y conciliador, el político de 75 años, casado en terceras nupcias con una bella modelo de 32, se mueve con astucia entre bambalinas pero carece del don de levantar a las masas. Una encuesta reciente confirmó lo desconocido de su figura, siempre impecable y de gestos contenidos: sólo entre el uno y el dos por ciento de la población estaría dispuesto a votarlo en las elecciones de 2018.
A lo largo de más de tres décadas de vida política, el reconocido constitucionalista tejió entre las sombras una red de poder que hoy lo colocó a las puertas de ser presidente interino del país, con amplias posibilidades de convertirse en definitivo.
En Brasilia se dice que el elegante político tiene una cinta métrica en la lengua con la que mide cada palabra que sale de su boca. “Piensa diez veces antes de decir buen día”, comentan analistas que conviven en los pasillos de la capital brasileña con el católico que frecuentó logias masónicas en una época.
Al margen de su vida política, en la que se muestra más calculador que sentimental, Temer reforzó su aura misteriosa al publicar en 2013 un libro de poemas de título sugerente, “Anónima Intimidad”.
Temer goza además de una especie de blindaje que lo mantuvo al margen de denuncias de corrupción que involucran a decenas de políticos, entre ellos destacados correligionarios suyos en el PMDB. Fue muchas veces mencionado en escándalos, pero por el momento, no ha sido denunciado formalmente y no se sabe si en algún momento será investigado.
“El PMDB no es Gobierno, pero ningún Gobierno gobierna sin el PMDB”, es la frase que define al partido centrista que lleva el ADN de su máximo líder.